La iluminación de San José a mediados del siglo XIX era con lámparas de Kerosen o canfín. El crecimiento urbano y los años acentuaban los daños que el tiempo había ocasionado en los postes. Hacia finales de ese siglo, Luis Batres García-Granados (nacido en 1845 y descendiente directo de peninsulares que ocuparon cargos de la Corona Española en Guatemala) y el costarricense Manuel Víctor Dengo fundaron la Compañía Eléctrica de Costa Rica.

Con esta, levantaron la primera planta hidroeléctrica, en Barrio Aranjuez, la cual tenía una fuerza de 75 caballos y generaba 50 kilovatios para 25 lámparas de carbón.

Esas lámparas marcaron uno de los hitos en la historia eléctrica del país: la inauguración, el 9 de agosto de 1884 del alumbrado público en San José.
De esta manera culminaba una gigantesca obra, ansiada durante muchos años, y cuyo servicio se extendió, en 1888, a Cartago y, en 1894, a Heredia.

Con el siglo XX, uno de los principales actores del mercado eléctrico es el estadounidense Minor Cooper Keith. Cooper compra la empresa de Dengo y Batres y construye las plantas hidroeléctricas Tournón y Los Anonos, en la capital. En 1912 inauguró Brasil.
Para entonces, otros empresarios ingresan al mercado eléctrico y levantaron las plantas Belén (1914) y Electriona (1922). Si bien, el servicio iba en crecimiento, el acceso de este era para pocos. Ante esta realidad, en 1923, una serie de intelectuales crearon la Liga Cívica Nacional, la cual luchaba por la defensa del país frente a la inversión y el mal servicio de las empresas extranjeras.

En 1928, la Liga Cívica junto con el ingeniero Max Koberg Bolandi redactaron y propusieron un proyecto de ley para la nacionalización de las fuerzas hidroeléctricas del país.

Como resultado, el 31 de julio de 1928 se promulgó la Ley 77, que creó el Servicio Nacional de Electricidad (SNE), pero por razones políticas y económicas el SNE no cumplió su objetivo y el problema eléctrico continuó en los años 40.

Todos estos movimientos, fueron la antesala del ICE, creado en 1949.