A pesar de la distancia, la emancipación política del antiguo Reino de Guatemala despertó interés en Francia.
La proclamación de la Independencia de Centroamérica de la Corona española, el 15 de septiembre de 1821, se enmarcó en un amplio movimiento latinoamericano en el cual Francia — la Francia de la Ilustración, de la Revolución, pero también de Napoleón— ejerció una influencia determinante. Se sabe que la conciencia política de Simón Bolívar, quien citaba a Montesquieu, Voltaire y Rousseau, le debía mucho a sus estadías en París.
En el Reino de Guatemala, a pesar de la censura impuesta por las autoridades coloniales, las obras de los filósofos franceses del Siglo de las Luces se difundían y alimentaban los deseos de emancipación política.
En 1810, el Ayuntamiento de Guatemala elaboró una Declaración de los Derechos directamente inspirada en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de Francia (1789), así como un Proyecto de Constitución sorprendentemente moderno. Cabe añadir que ciudadanos franceses, veteranos de las guerras napoleónicas y de las luchas libertadoras sudamericanas especialmente, abrazaron con entusiasmo la causa de la independencia centroamericana.
Dicho esto, ¿cómo se percibió el tema en Francia? Un autor anónimo expresaba en la prestigiosa revista parisina Revue des deux mondes, en 1829: “Guatemala es un país poco conocido en Europa, donde se considera más a menudo como una provincia de México”. De hecho, en la década de 1820 las noticias de la región tardaban semanas en alcanzar el Viejo Continente, y resultaban por lo general muy limitadas y confusas. En Francia, a decir verdad, la proclamación del 15 de septiembre de 1821 fue prácticamente ignorada por la prensa, pero la independencia “absoluta” de Centroamérica, respecto de España y México, tras el colapso del imperio mexicano de Agustín de Iturbide en 1823, despertó cierto interés desde diferentes puntos de vista.
En un artículo del 26 de diciembre de 1823, el diario oficial francés Le Moniteur Universel abordó dicho acontecimiento de una manera superficial y con desprecio: “Por razones que es inútil tratar de conocer desde una distancia tan grande, los guatemaltecos consideraron oportuno separarse de los mexicanos y constituirse en un Estado soberano (…). Es realmente deplorable ver estos nuevos Estados dividirse en facciones, pero es el resultado natural de las falsas nociones democráticas que la mayoría aceptan con avidez”.
Conviene aclarar que, en la época, Francia era una monarquía encabezada por Luis XVIII y aliada de la Corona española. Por cierto, en abril de 1823 Luis XVIII envió una expedición militar a España para restaurar allá el absolutismo real, que había sido abolido por un gobierno liberal. Desde luego, las nuevas repúblicas americanas no generaban mucha simpatía entre los sectores conservadores de Francia.
En 1827, una figura destacada de la monarquía, el diplomático, político y escritor romántico François-René de Chateaubriand, afirmaba en un capítulo sobre las “repúblicas españolas” (sic): “En Guatemala son dos o tres jóvenes extranjeros los que hicieron la Constitución. Naciones en las cuales la educación política es tan poco avanzada siempre dejan temores por la libertad”.
Sin embargo, otros sectores, en general liberales y críticos con la decadente monarquía española, miraban la independencia de Centroamérica con más atención y benevolencia. La comparaban con las gestas libertadoras de Estados Unidos y México, pero destacaban a la vez su carácter pacífico. Asimismo, algunos próceres de la Independencia centroamericana recibieron elogios.
En 1826, el Journal d’éducation (París) publicó una carta del político e historiador Joseph (Giuseppe) Pecchio, en la cual él mismo declaraba, acerca de José Cecilio del Valle, que era un “hombre activo, generoso, lleno de luces, un sabio y un hombre de Estado”. Varios autores oponían al oscurantismo y la opresión del sistema colonial español la “sabiduría” y la “humanidad” de los textos fundadores redactados por los próceres. En particular, se reconocía el hecho de que la joven república centroamericana había otorgado la ciudadanía a “los originarios de África” —como dice el Acta de Independencia de 1821—, cuando Francia seguía manteniendo un sistema esclavista en sus colonias.
Sin necesariamente ignorar las rivalidades y convulsiones que afectaban a una Centroamérica recién independizada, diversos observadores franceses manifestaron optimismo para el futuro de la región, por sus leyes e instituciones, las cualidades de su población, sus recursos naturales, su economía y su ubicación estratégica, en el corazón del Nuevo Mundo. Édouard Dubuc, abogado y exoficial de la Legión de la Guadalupe, opinaba en su Repertorio histórico de 1824: “Por su posición muy favorable para el comercio, no cabe duda de que Guatemala está destinada a convertirse en el centro de un gran negocio entre Europa, América y las islas del océano Pacífico”. Y para el autor anónimo de una nota detallada y entusiasta publicada el 25 de julio de 1825 en el diario liberal Le Constitutionnel, Guatemala ocupaba, en muchos aspectos, “un rango distinguido entre las nuevas repúblicas americanas”. Por supuesto, más allá de los intereses intelectuales e informativos, testimonios como estos reflejan un deseo de influir en la política exterior francesa.
Desde 1827, bajo el reino de Carlos X, Francia entabló contactos oficiales con la República Federal de Centroamérica, en esencia por razones comerciales. Pero las relaciones diplomáticas entre ambas partes no fueron establecidas sino hasta en 1831, después de la Revolución de las Tres Gloriosas (1830) que condujo a la instalación, en Francia, de un régimen monárquico liberal y capitalista, dirigido por el rey Luis Felipe I.
Se nombró entonces al cónsul general de Francia en México, Adrien Cochelet, como representante del país en Centroamérica, mientras que la República Federal —designada como los “Estados Unidos de Centroamérica” en los registros de la administración francesa— acreditó a Próspero Herrera, su ministro plenipotenciario en Inglaterra, para igual cargo en Francia. Fue el inicio, a nivel oficial, de fructíferas relaciones franco-centroamericanas que continúan hasta hoy.
Influjo de la Revolución Francesa
El proceso de la emancipación del Reino de Guatemala debe enfocarse en relación con los acontecimientos que se suscitaban en Europa y el resto del continente americano.
La Declaración de Independencia de Estados Unidos en 1776 fue un factor de indudable importancia. Sin embargo, en el plano de las ideas fue decisivo el peso del movimiento de la Ilustración y la Revolución Francesa acontecida en 1789. De hecho, a partir de ese año, la Inquisición en Guatemala dirigió sus esfuerzos a combatir las ideas de la Revolución Francesa, por el ataque que estas suponían a la monarquía absoluta. No obstante, el tribunal acabó convirtiéndose, igual que en el resto de América, en un instrumento de la política real, más que en una defensa religiosa.
Las ideas provenientes de la Ilustración Francesa tuvieron efecto amplio en Hispanoamérica y en los procesos independentistas. En Guatemala, la Ilustración fue promotora de varias reformas y progresos. En el campo cultural, el esfuerzo se orientó en la capital hacia el aprendizaje de artesanías y la enseñanza profesional —por ejemplo, el hilado y tejido y la técnica de la seda—; a la fundación de establecimientos especializados, dirigidos a la enseñanza de matemática, economía política, dibujo; a la renovación de los estudios superiores. También se propició la difusión de nuevos descubrimientos, la creación de un jardín botánico, y finalmente el fomento de las letras y las bellas artes.
Fuente: www.prensalibre.com