- Este 2020 puede ser el fin de lo que ha sido la segunda ola de globalización
- En esta nueva era se producirá la reversión de muchas tendencias al mismo tiempo
- Esto puede generar cierto desorden y caos, pero el resultado puede ser bueno
La economía se mueve a través de ciclos. Por ejemplo, antes de la recesión económica causada por el covid-19, EEUU firmó el ciclo económico expansivo más largo de su historia, con 129 meses seguidos de crecimiento, casi once años de expansión tras la Gran Recesión de 2007-2008. Aunque los ciclos marcan un antes y un después, muchos de ellos están envueltos en un marco más amplio similar, lo que permite realizar una agrupación más gruesa en eras o súper-ciclos. Este 2020 podría marcar el fin de una de esas eras y el comienzo de otra nueva, según el banco alemán Deutsche Bank. El mundo abandona la segunda era de la globalización para adentrarse en la ‘Era del Desorden’. Este nuevo súper-ciclo contará con varias tendencias que lo diferencian de los demás, pero sobre todo tiene su sello en la reversión de la globalización y transición demográfica.
Jim Reid, estratega de Deutsche Bank, junto a un equipo de cuatro investigadores, ha publicado un trabajo en el que estudian las diferentes eras por las que ha pasado la economía en los últimos 160 años. Todo hace indicar que el mundo está entrando en una nueva etapa que venía gestándose tiempo atrás, pero cuya transición se ha acelerado con la irrupción del covid-19: «El súper-ciclo más reciente, la segunda era de la globalización (1980-2020) comenzó lentamente y se ha ido desgastando gradualmente en la última media década. No obstante, el final de esta era se ha acelerado por el covid-19 y, cuando, en los próximos años, miremos el espejo retrovisor, es posible que veamos 2020 como el comienzo de una nueva era».
Estos expertos, más allá de analizar la nueva era que viene, han identificado cinco súper-ciclos durante los últimos 160 años: la primera era de globalización entre (1860 y 1914), las grandes guerras y la depresión (1914-1945), Bretton Woods y la vuelta del patrón oro (1945-1971), el comienzo del sistema fiduciario y la era de la inflación elevada (1971-1980), la segunda era de globalización (1980-2020) y la era del desorden (2020-????).
Antes de analizar esta nueva era del desorden, los expertos del banco alemán creen que es necesario poner sobre el lienzo el boceto de lo que ha sido la segunda ola de globalización, la era inmediatamente anterior. Esta era comenzó alrededor de 1980 con el impulso global para abolir las regulaciones y los controles de capital, que posteriormente impulsaron el libre comercio (y los flujos globales de capital) y engendraron un orden mundial más liberal. La demografía mundial apoyó masivamente este fenómeno (generación del baby-boom) y aseguró un enorme aumento de mano de obra, que también ha estado impulsada por China y otros países con unos costes laborales inferiores a los de las economías avanzadas. A mediados de la década de 1980, la segunda era de globalización estaba en pleno apogeo.
No obstante, los súper-ciclos también terminan por muy bien que comiencen. Las grietas en esta era comenzaron a surgir de forma evidente después de la crisis de 2007-2008, que sacó a la luz los problemas que la globalización había creado en muchos países occidentales. En el foco se encontraban cuestiones como el bajo crecimiento de los salarios reales, la subcontratación de muchos trabajos mal remunerados y el aumento de la desigualdad.
Durante años, las familias de clase media y baja han mantenido su nivel de vida incrementando su endeudamiento (ante el estancamiento de parte de los salarios), lo que ha dejado ‘debajo la alfombra’ estos problemas que aparecieron con nitidez tras la crisis de 2008 con el fin del ciclo crediticio. Desde entonces, la globalización ha estado en entredicho, un cuestionamiento que hoy es más evidente con la pandemia del covid-19. La reversión de la globalización es uno de los propulsores de la nueva era que comienza. Aunque esta era ha sido denominada como la del desorden, el documento insiste en que «no todo desorden es malo», muchos cambios permitirán que se produzca una especie de limpieza o vuelco que revertirá tendencias perniciosas como la desigualdad de ingresos y riqueza.
¿Qué caracterizará a esta nueva era?
-El deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China y la reversión de una globalización desenfrenada. «A medida que avanza la era del desorden, creemos que uno de los mayores problemas será la tensión política entre Estados Unidos y China. De hecho, esto debería caracterizar la era del desorden, puesto que China ha estado en el corazón de la segunda era de la globalización. El futuro de esta relación solo se puede pronosticar si se comprende el pasado… China está buscando restaurar la posición que mantuvo durante gran parte de la historia como potencia económica mundial. Desde hace dos mil años hasta principios del siglo XIX, el país representó alrededor del 20-30% de la economía mundial… A principios de la década de 1960, la participación de China en la economía global alcanzó un mínimo histórico del 4%, que ahora se ha elevado al 16%», apuntan los investigadores de DB. El proteccionismo, la relocalización de sectores clave y el domino de China como mayor potencia del mundo serán una realidad.
-Una década decisiva para Europa: fragmentación o unión real. En el caso de Europa, estos expertos consideran que el desorden resulta inevitable, los enfrentamientos son el pan de cada día en el Viejo Continente. «El desorden parece inevitable, pero no necesariamente será malo. De hecho, la pandemia ha creado un nuevo impulso para una mayor integración. La pregunta es si Europa puede aprovechar este progreso, reiniciar su economía y avanzar hacia una senda de crecimiento sostenible, o seguirá sumida en el estancamiento económico y la agitación política. La preocupación es que este último escenario conduzca a una mayor fragmentación».
-Mayor deuda y la normalización de la teoría monetaria moderna / helicóptero del dinero. Hay evidencias de que una combinación de niveles de deuda cada vez más altos y un sistema de moneda fiduciaria es un cóctel que fomenta los shocks y crisis financieras. «En un entorno de mayor endeudamiento e incluso más impresión de dinero, nos queda bastante claro que más desorden y caos en los mercados financieros será algo habitual del panorama macroeconómico que viene».
-¿Inflación o deflación? El impacto del covid hará que sea mucho más difícil para las autoridades mantener la inflación dentro de sus objetivos (cercanos al 2% en los países desarrollados). Las fuerzas inflacionistas y las deflacionistas son simplemente demasiado grandes: «El impacto de la desinflación es obvio, especialmente a corto plazo, pero en teoría la respuesta política (más gasto y estímulos monetarios) puede seguir siendo un factor de cambio para una mayor inflación en el futuro. De cualquier forma, esperamos un período en el que la inflación pase más tiempo fuera del objetivo. Creemos que la inflación dominará a medida que avance la década, pero ambas fuerzas traerán desorden en relación con la estabilidad vivida en la era de la globalización».
-Una desigualdad creciente que terminará revirtiéndose. El covid-19 será otro propulsor de la desigualdad. Los trabajadores con empleos más precarios (sobre todo en las ramas con menor valor añadido del sector servicios) sufrirán con mayor intensidad los efectos del virus, lo que terminará repercutiendo en su renta. Mientras tanto, los empleos mejor remunerados están soportando mejor la crisis. A su vez el covid-19 está beneficiando a empresas tecnológicas y farmacéuticas, disparando la riqueza de sus dueños. «Esto incrementará la presión para la creación de un impuesto digital. En particular, se está llevando a cabo un esfuerzo coordinado a nivel mundial dirigido por la OCDE para gravar los ingresos de estas empresas con mayor intensidad». Por otro lado, estos expertos creen que la tendencia a la baja que ha sufrido el Impuesto de Sociedades durante décadas podría revertirse, incrementando los ingresos por impuestos de los gobiernos y reduciendo los beneficios y los dividendos que reparten las empresas.
-La brecha intergeneracional también se ensancha. Por un lado aquellos que entraron en el mercado laboral durante la última década ya han experimentado las dos crisis más grandes desde la Gran Depresión, que son los jóvenes que podrían vivir que peor que sus padres y que están a la zaga de las generaciones anteriores en cuestiones que van desde la propiedad de vivienda hasta los niveles de deuda. Además, estos jóvenes heredarán las grandes cargas de la deuda pública que se ha acumulado. Por otro lado están los jubilados actuales y, probablemente, los padres de esos jóvenes de los que se hablaba con anterioridad. Las diferentes preferencias (pensiones, cambio climático…) podrían terminar generando una lucha de generaciones. «Esta brecha se ha manifestado cada vez con más claridad en las preferencias políticas y con un aumento de las elecciones a nivel global que tienen en cuesta esta brecha entre generaciones».
-El debate climático. Este debate se producirá entre los que defiendan todo aquello (impuestos, inversión…) que proteja el medio ambiente y el aire (suelen ser los más jóvenes), frente a los que prioricen un mayor crecimiento económico. Este debate es una segunda parte del conflicto entre generaciones. «Ambas partes están cada vez más enfrentadas. Al final, el problema es de ideología, y esa es una división que puede ser imposible de salvar. Así que deberíamos prepararnos. La próxima década será testigo de un debate fuertemente polarizado sobre la priorización del medio ambiente y la economía».
-Estamos en medio de una revolución tecnológica con asombrosas valoraciones para las acciones, que parecen reflejar las expectativas de una seria interrupción del statu quo, o quizá no. ¿Revolución o burbuja? Por un lado, «puede que las valoraciones de las acciones tecnológicas estén justificadas y estemos cerca de importantes avances tecnológicos que impactan en todas las facetas de la vida. Por otro corremos el riesgo de que se repita el año 2000, donde estalló una burbuja, que no obstante, dejó vivo a una gran parte del sector tecnológico que se integró progresivamente en nuestro sistema. «Si ocurre esto último habría importantes consecuencias en los mercados financieros durante un período de tiempo, pero sería menos revolucionario que la primera hipótesis. La respuesta es quizás una combinación de ambas: un rápido cambio tecnológico que es tan positivo como disruptivo, pero con grandes ganadores y perdedores tanto en el sector tecnológico como en la economía global en general», sentencian los expertos.
Desorden e incertidumbre: proteccionismo, guerras frías, mucha deuda, volatilidad en los precios, tecnología por todas partes y lucha de clases y generaciones, son algunas de las características que darán forma a esta nueva era. Aunque el 2020 podría ser el año que quede en los libros de historia económica como el comienzo de la ‘era del desorden’, lo cierto es que la transición lleva años en marcha, pero hasta la llegada del covid-19 no se ha visto de forma tan evidente.