El edificio más alto del mundo fue construido en el año 1931 y mantuvo ese título durante casi medio siglo, hasta 1974, año en el cual apareció la famosa Torre Sears de Chicago, ahora conocida como la Torre Willis, con sus 108 pisos, apenas seis pisos más que el Empire State de Nueva York, el auténtico líder libra por libra de toda esta historia.
El eficiente uso de la tecnología del acero le permitió al Empire State la gloria de mantenerse durante tanto tiempo con ese título tan singular para la época. Nadie se imaginaba en aquellos tiempos que pudiera hacerse otra estructura tan alta, y nadie ha podido, hasta hoy, lograr mayor eficiencia en el uso del acero en una edificación y lograr 102 pisos a base de un simple entramado de columnas y vigas.
La Torre Willis, a pesar de ser también de estructura metálica, basó su diseño en una solución muy diferente, aunque inédita, consistente en seis inmensos tubos de sección cuadrada de 23 x 23 metros, lo cual dio origen a una estructura tan determinante que condicionó totalmente el diseño arquitectónico del edificio.
De esta manera, la Torre Willis le quitó la hegemonía al estoico Empire State y para justificarse le prolongó a EE.UU. la titularidad mundial en edificios altos durante 24 años más, hasta 1998, cuando sorprendentemente aparecieron por el sudeste asiático las famosas Torres Petronas, específicamente en Malasia, donde un arquitecto argentino se atrevió a llevar adelante su arrojado diseño de 452 metros de alto de la mano de un ingeniero estadounidense, es decir, dos americanos le quitaron la titularidad a América.
Es así como EE.UU. se quedó, desde ese momento y para siempre, con el récord de 67 años como poseedor del edificio más empinado y además es, hasta hoy en día, el único país domador de tecnologías basadas exclusivamente en acero capaces de producir alturas como las que produjo y que sorprendieron al mundo de la época en dos magnas oportunidades.
Tuvo el ingeniero estructural Thornton Tomasetti (EE.UU.) que diseñar para las Petronas un sistema diferente añadiendo cemento al acero para poder superar en altura a la famosa Torre Willis de Chicago.
Taipei 101, cuyo cálculo estructural es del mismo Tomasetti (y no por casualidad), está construido también a base de cemento y acero, una tecnología que, de esta manera, se hace sólida y ha significado hasta ahora la gran solución para “skyscrappers” (rascacielos) que hacen andar al continente asiático por las nubes.
Taiwán y su Taipei 101 agregan varios años más a la cuenta del continente asiático como líder en alturas de edificaciones, hasta que, en 2014 los Emiratos Árabes Unidos presentaron al Burj Khalifa, el fantástico y nunca imaginado rascacielos de 828 metros de altura construido en su capital, Dubái, y diseñado irónicamente por Adrian Smith, un arquitecto también estadounidense nacido en Chicago y que fue también el diseñador de la famosa Torre Willis de esta ciudad.
Es así como Tomasetti y Smith se encargaron de elevar al continente asiático hasta las nubes, algo que se ha convertido en costumbre hasta el punto de que, de los 100 edificios operativos más altos que existen en el mundo, 87 se han construido en Asia, y el 90% de ellos se han construido a partir del 2004.
La humanidad fue creada para vivir con los pies en la tierra. Los asiáticos parece que le dan más importancia al hecho de que cada día hay que vivir más con los pies por encima de la tierra.
Fuente: www.cinconoticias.com