El trastorno en los niños, característico del siglo XXI, es el Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad (THDA), aun cuando implica un comportamiento atípico, que han abordado los médicos desde hace unos dos siglos. Este involucra tres aspectos asociados: la hiperactividad física, la impulsividad en las reacciones y el déficit de atención en lo que se escucha o mira.
Alexander Crichton, médico escocés y uno de los padres de la psicopatología moderna, fue el primer investigador en documentar, en 1798, los síntomas de un trastorno parecido. Él describió una irregularidad en la “atención”, en los niños como “una inquietud mental que hacía incapaz de atender con constancia”. Heinrich Hoffmann, siquiatra alemán describió, en 1845, las características del trastorno, en una pequeña historieta, donde un niño de nombre Phillipp no puede estarse quieto para cenar, se balancea en la silla y no presta atención a sus padres.
En 1950, se inició el estudio acerca de un trastorno cerebral y se comenzó a utilizar Ritalin, un estimulante para tratar una Disfunción Cerebral Mínima, como se denominó en esa época. Alrededor de diez años después, luego de muchos análisis y evaluaciones, los médicos empezaron a hacer la relación con la genética, de modo que determinaron una base biológica y, finalmente, apareció ya descrito como síndrome en la American Psychiatric Association, en el Manual Estadístico y Diagnóstico de Trastornos Mentales. Finalmente, en 1970 se asociaron la hiperactividad, la impulsividad y la distracción como características de este síndrome; en 1980, se comenzó a conocer como Trastorno por Déficit de Atención y, en 1990, se denominó Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad.
El Colegio de Terapeutas de Costa Rica explica que el principal lugar donde se aprecian estas manifestaciones es en el ámbito escolar, sin embargo, también se observan en casa, cuando un niño tiene que organizar sus cosas y está muy despistado. El primer impulso de los padres de familia, ante la presencia de este trastorno, es medicar al niño, sin considerar, por un lado, los posibles efectos secundarios de un estimulante y, por otro, en las consecuencias, a largo plazo, en su vida adulta. Debido a esto, la terapia ocupacional busca maximizar el funcionamiento y desempeño en sus ocupaciones diarias estimulando habilidades, capacidades y destrezas, desde edades tempranas hasta personas longevas.
El Lic. Alexis Cruz Alvarenga, Terapeuta Ocupacional, señala:“Nosotros nos enfocamos en trabajar con el niño sin llegar a que se le apliquen fármacos, por medio de diferentes herramientas, para canalizar los estímulos, modificando estrategias a nivel metodológico y adaptando actividades que regulen las competencias ante las mallas curriculares del área escolar, Mediante esas actividades se busca la estimulación de las habilidades cognitivas, con la finalidad de hacer más interactiva la participación del menor”.
Adriana Cerna, terapeuta ocupacional con especialidad en Integración Sensorial de la Universidad del Sur de California, explica que el Déficit Atencional tiene una base sensorial, en la mayoría de las veces, pero para determinarlo primero hay que hacer una evaluación con un médico neurólogo o con un psicopedagogo. Ella indicó:
“En Terapia Ocupacional utilizamos mucho la teoría de la integración sensorial, que basa su intervención en tres sistemas básicos: el sistema táctil, que es todo lo que tenemos en la piel; el sistema propio ceptivo, que tiene sus receptores en las articulaciones y tendones; este sistema nos da lo que es la percepción corporal y coordinación. Y, el sistema vestibular, que tiene los receptores en el oído y que tiene que ver con el equilibro y el movimiento. Cuando un niño tiene alteraciones sensoriales va a buscar satisfacer sus necesidades sensoriales y esto lo lleva a la distracción”.
Los estímulos sensoriales son utilizados para evitar el uso de fármacos. Un niño hiperactivo necesita moverse y este tipo de terapia utiliza estímulos sensoriales, para ayudarle al niño a tener auto control sobre su cuerpo, en vez de buscar una pastilla para que lo calme, le baje todos los niveles de ansiedad y se tranquilice.
“Algunas de esas estrategias que nosotros utilizamos es una dieta sensorial: empezamos con estímulos regulados en el niño, desde que amanece y a lo largo del día; entonces el niño amanece y, por ejemplo, el primer estímulo puede ser un masaje, luego vamos a hacer una rutina de ejercicios pequeña. Luego, hay estrategias como sustituir la silla por una bola; si el niño necesita moverse puede estar sentado moviéndose o se utilizan cojines con aire que les dan un poquitito más de movimiento y le da más sensación de su fuerza. También se utilizan ligas para que ellos estén apretando con los pies, alfombras de diferentes texturas, entre otros. Lo que buscamos es que el niño se auto regule, por medio de estímulos sensoriales y logre enfocar su atención en el proceso académico, específicamente cuando están en la escuela”, indicó Cerna.
Efectos de los medicamentos:
Lo primero que suelen hacer algunos médicos, después de diagnosticar al niño con el THDA, es recomendarles a los padres un tratamiento oral, que controle el sistema nervioso del niño, para “solucionar” este problema. Los fármacos más utilizados son Concerta, Risperidona, Risperidone, Risperdal y Ritalina; sin embargos, estos generan un efecto secundario de sumo cuidado. La doctora Cerna explica que los niños no aprenden a auto regularse y se convierten en personas dependientes de un medicamento, de por vida. Incluso, Cerna indica que existen estudios, los cuales han determinado que estas personas son más propensas al consumo de droga, porque están acostumbrados a calmarse y tranquilizarse con el uso de sustancias químicas.
La doctora Cerna trata día tras día, en su clínica privada, con los padres de familia, que son quienes deben llevar este trabajo adelante para que sus hijos logren los objetivos de autocontrol y regulación. Ella expresó: “Los papás estamos para ayudar a nuestros hijos. A través del fármaco sí se le resuelve el problema inmediatamente, pero a través de la terapia ocupacional se le enseña al niño a tener el control de sí mismo”.
No obstante, la psicopedagoga y filóloga, Ethel Pazos, explica en el libro Veinte formas para ayudar al estudiante con DA, del 2006: “Otros trastornos neurológicos subyacentes suelen coexistir, desde el nacimiento, en el 50% de los individuos que presentan el THDA, como consecuencia de un patrón de comorbilidad, donde se da un continuum que incluye THDA, así como Disfunción Cortical (trastornos del lenguaje, del aprendizaje, de las funciones ejecutivas, de organización y motores); también Disfunción reguladora (trastornos del control de la ira, trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo, trastorno obsesivo-compulsivo y otros que conllevan tics)”. Esto significa que habrá un segmento de la población con DHDA, que amerita el tratamiento con fármacos, los cuales pueden coadyuvar con la hiperactividad, la impulsividad o déficit de atención.
Obstáculo para el aprendizaje académico:
En el libro La verdad sobre el Déficit Atencional, de 1996, Pazos señala: “El déficit atencional consiste en una ruptura en la concentración del pensamiento o de la escucha que, a la vez, provoca la ruptura en la secuencia del mensaje recibido, por la cual al individuo le quedan lagunas en la información, o bien, recibe información de manera incoherente. Es un fenómeno que se da en el proceso de la comunicación, donde ocurre una especie de circuito, puesto que, por momentos, se interrumpe el flujo normal de mensajes recibidos”.
Ella explica en Veinte formas para ayudar al estudiante con DA, que esta debilidad se puede dar tanto en niños hiperactivos, como en hipoactivos y se constituye en una “dificultad para aprender” por lo que la respuesta, para lograr un buen aprendizaje, se halla en las estrategias pedagógicas que empleen los docentes. También, involucra los modelos y estilos de aprendizaje, de modo que el niño estudie según sus propias características para percibir, recibir y procesar la información.
Por consiguiente, lo primero es definir si es auditivo, visual o cinestésico; asimismo, si su estilo es teórico reflexivo, teórico práctico o concreto práctico; finalmente, es necesario determinar las maneras como se sienta más cómodo para lograr su concentración, ya sea en silencio absoluto o con música de fondo que funciona como un aislante; sentado, caminando; en la habitación o en la mesa de comedor; dibujando imágenes o repitiendo en voz alta, etc.
Distractores en la escuela:
Uno de los factores que más afecta la concentración de los niños son aquellos pequeños distractores, los cuales suelen estar presentes en las aulas. Los niños con THDA necesitan aprender a mantener su atención fija en una actividad específica, para lo cual se debe evitar una serie de elementos que vuelcan la atención.“He llegado a aulas saturadas de imágenes, letras, números y rincones educativos, por todas partes. Uno, como terapeuta, solicita que se quiten los distractores visuales y se enfoquen en un solo lugar para que su atención vaya directamente ahí. Generalmente, se recomienda que sea alrededor de la pizarra”, puntualizó.
Otro factor determinante es el inmobiliario adecuado, que para Cerna es indispensable pues, “si está en una silla, que le queda grande y los pies no llegan al suelo, el niño que van a estar haciendo ajusten corporales y esto los distrae. También se va a cansar, se va apoyar completamente, se va a estar acomodando y cuando el niño se levanta para acomodarse se distrae por completo. Se requiere muchísimo apoyo de las maestras y el centro educativo tiene que estar muy anuente a seguir las recomendaciones”.
En casa, también hay una serie de distractores, como el exceso de juguetes, los cuales hacen que un niño no permanezca centrado en una sola actividad y salte de una a otra. “Una estrategia es que se le permita tener dos o tres juguetes afuera, los demás guardados, para que desde el juego el niño trabaje los periodos de concentración”, acotó Cerna.
Aunado a esto, el uso de aparatos electrónicos son detonantes para la distracción “estamos realizando una tarea y tenemos el televisor o el radio encendido. Esto siempre va a distraer al niño”, agregó.
Tiempo y duración de las terapias:
Las preguntas más comunes que los padres suelen hacerle a la doctora Cerna en su clínica se refieren al tiempo que tardarán en verse cambios en los niños y cuál será la duración de la terapia (semanas, meses, años).Sin embargo, cada organismo es diferente, cada persona reacciona de una manera determinada a todos los factores que le rodean y, en este caso, también es complejo especificar esto. Esta doctora explica: “Depende mucho del trabajo en casa, de seguir las recomendaciones y de ser perseverantes al asistir a las terapias”.
De modo que la duración de estas terapias no se puede establecer sin una evaluación de cada caso, pues se trabaja con objetivos y, cuando son alcanzados, se da de alta de las terapias al niño. “Hay niños que salen en seis meses, otros que duran un año o dos en terapia. También hay casos en los que a nivel de terapia se les da de alta, pero se les da un seguimiento escolar mensual, recomendaciones y visitar esporádicas”, culminó Cerna.
Queda en evidencia que, si bien, la aplicación de fármacos resuelve inmediatamente el problema del déficit de atención, estos no constituyen una “solución” libre de consecuencias ni única y la terapia implica una opción, que coadyuva con el autocontrol. Por otro lado, la aplicación de diferentes estrategias de enseñanza coadyuvan con el aprendizaje y los modelos, estilos y modo de aprendizaje ocupan un lugar preponderante, para lograr el éxito escolar.
Finalmente, Pazos concluye: “La hiperactividad (en casos extremos) puede llegar a constituir un verdadero peligro para la seguridad del niño, sin embargo, bien canalizada y con la adecuada disciplina, puede constituir un factor muy importante para obtener el éxito, en una época tan convulsionada, como la actual, cuando se vive con una velocidad tan vertiginosa, que demanda la ejecución de varias actividades simultáneamente y en el menor tiempo posible”.
Por: Lic. Jennifer Pazos M. – Periodista