Llega diciembre, el mes de la Navidad, una época de unión familiar, de reuniones y compartir con amigos, de recordar a las personas que ya no están, pero que siempre vivirán en nuestros pen­samientos y en nuestros corazones.

La Navidad, es una época de recuerdos, de regresar al pasado; cuando éramos niños y escribimos esa primera carta a Santa, pidiendo tal vez un juguete, con el que soñamos durante el año y que nunca Santa nos lo trajo, simplemente porque Santa era mi papá y no tenía el dinero para comprármelo, mi mamá triste evitaba hablar del por qué no llego mi tan anhelado regalo en diciembre, que triste nos sentíamos y nos repetíamos ¡tengo que portarme mejor el otro año!, que linda nuestra inocencia!. Pero a pesar de la falta de dinero para comprar regalos, adornar la casa, cenas, paseos y otras cosas que algunos si tenían y nosotros no, éramos felices; la familia estaba unida, el amor de nuestros padres, hermanos, tíos y abuelos era la mayor riqueza.

La Navidad es por un lado una celebración religiosa, pero también es la época del año, en que tratamos de dejar de lado las preocupaciones diarias, para reavivar el espíritu de solida­ridad, de renacer cada año, es crecer, es madurar, es dormir tranquilo y despertar con ilusiones, es no bajar la guardia, es perdonar y olvidar para volver a construir.

Que esta Navidad sea diferente, que sea una época de reflexión y compartamos con los que menos tienen, pasemos una Navidad con la mano en el corazón y llevemos amor y esperanza a quienes no encuentran consuelo, recordemos que el tiempo pasa deprisa, con la rapidez del que sabe lo que está haciendo y el problema es que a veces nosotros no lo sabemos, creemos que vamos a existir por siempre y que te­nemos tiempo para perdonar, para que nos perdonen, para decir te quiero, para que nos quieran, para permitir, para permitirnos, para ayudar, para que nos ayuden, para demostrar amor y que nos lo demuestren, muchas ve­ces creemos que “el cielo puede espe­rar”… y a más de uno los ha tomado por sorpresa, no nos sintamos todopoderosos… No lo somos.

Que esta nueva Navidad que se acerca, nos encuentre a todos ligeros de equipaje, libres de ataduras, con ganas de perdonar, de acercarnos, de abrazarnos, de brindar, de sentir, de compartir. Recordemos la frase del Principito “lo esencial es invisible a los ojos”… Lo esencial no se ve, se siente… por eso se llaman sentimientos.

Que el Niño Dios nazca en nuestros corazones y que la alegría de la Na­vidad la llevemos todo el año y para siempre.

¡Feliz Navidad de Jesús, Feliz Navidad para todos!