Los perros parecen casi biológicamente incapacitados para esconder sus emociones: se agitan, resoplan o mueven la cola dándonos una pista de si están contentos, nerviosos o simplemente felices.
Los perros serían terribles jugadores de póker. Podemos leer sus señales con mucha facilidad.
Los gatos tienen también un lenguaje corporal sofisticado: muestran su estado de ánimo moviendo la cola, erizando su pelaje, o con el movimiento de sus bigotes y orejas.
Un ronroneo muestra por lo general (aunque no siempre) que es amigable y está contento.
Es un signo confiable para darnos cuenta de si el gato está en modo amigable o si es mejor dejarlo solo.
A pesar de que fueron domesticados hace miles de años, los gatos todavía tienen mala imagen.
Su independencia, que es vista por muchos como una ventaja, es considerada por otros como egoísmo e indiferencia.
Sus detractores dicen que solo muestra afecto cuando su plato de comida está vacío.
Quienes tienen gatos dicen, por supuesto, que esto no tiene ningún sentido, y que su vínculo con ellos es tan fuerte como lo es una relación con un perro.
Pero ¿por qué persiste esta imagen del gato indiferente? ¿Y cuánto tiene de cierta?
La clave está en su domesticación
Una clave sobre la imagen de los gatos puede venir, en primera instancia, de cómo fueron domesticados.
Fue un proceso mucho más gradual en comparación con la domesticación de los perros, y los gatos fueron quienes dirigieron el proceso.
Los primeros gatos domesticados comenzaron a aparecer en poblaciones neolíticas en el Medio Oriente hace cerca de 10.000 años.
No dependían de los humanos para sus alimentos, sino que estos los alentaban a buscarlos ellos mismos, y a proteger los cultivos y los almacenes de comida de las ratas y otras pestes.
Nuestra relación con ellos fue, desde el principio, más distante que con los perros, que nos ayudaban a cazar y que dependían de los humanos que compartían con ellos el botín de caza.
El gato que hoy día puedes ver acurrucado en un sofá o encima de la biblioteca comparte muchos de sus instintos con nuestros ancestros predomesticados (el deseo de cazar, de vigilar un territorio, de protegerlo de otros gatos).
Están más cerca de lo que eran antes que los perros.
Nuestra domesticación solo los ha alejado en parte de su vida salvaje.
«En su mayor parte, son los humanos los que no han entendido bien a la especie», dice Karen Hiestran, veterinaria y administradora de International Cat Care.
«Los perros y los humanos son muy similares y han vivido juntos por mucho tiempo. De alguna manera, hubo una coevolución. Con los gatos, es mucho más reciente. Vienen de un ancestro solitario que no es una especie social».
El gato salvaje africano del que domesticamos a nuestros gatos, el Felis lybica, tiende a llevar una vida solitaria, en la que solo se reúne con otros cuando es momento de procrear.
«Los gatos son los únicos animales asociales que han sido domesticados. Todos los otros animales que hemos domesticado tiene un vínculo social con otros miembros de su especie».
Problema de entendimiento
Dado que los gatos son tan atípicos entre los animales con los que vivimos, no es de extrañar que hayamos malentendido sus señales.
«Debido a que son tan decididos y pueden cuidarse solos, los gatos se están volviendo cada vez más populares», dice Hiestand.
«Pero si ese estilo de vida les conviene es otra cuestión. Los humanos esperan que los gatos sean como nosotros y como los perros. Y no lo son».
La investigación sobre las emociones y la sociabilidad de los gatos no ha progresado tanto respecto a la de los perros, pero en los últimos tiempos se han hecho más investigaciones.
Algunas ya han demostrado que la sociabilidad de los gatos con los humanos es un tema bastante complicado.
«Es muy variable, está marcada por la genética, y la parte social puede depender de las experiencias de las primeras seis u ocho semanas«.
«Si tuvieron experiencias positivas en la primera etapa de su vida, es probable que les vayan a gustar los humanos y que quieran pasar tiempo con ellos».
Incluso la domesticación del gato en sí misma es compleja.
Los gatos callejeros salvajes a menudo se esconden o huyen de los humanos, comportándose mucho más como sus ancestros salvajes.
En lugares como el Mediterráneo y Japón, las colonias de gatos «comunitarias» prosperan en los pueblos de pescadores. Estos gatos son lo suficientemente amigables como para congraciarse con los lugareños que les dan comida.
En Estambul, por ejemplo, los gatos semicallejeros son alimentados y atendidos por los lugareños, y se han convertido en parte de la identidad de la ciudad.
Luego están los gatos que viven con nosotros, pero incluso este subconjunto tiene un amplio rango; algunos mantienen una distancia relativa, mientras que otros se desarrollan positivamente con la compañía humana.
Truco evolutivo
Entonces, si queremos crear un vínculo fuerte con nuestro gato, ¿qué cosas debemos tomar en cuenta?
Al igual que los perros, los gatos comunican mucho con su cuerpo, más que con el sonido.
«Creo que más difícil para la gente leer su lenguaje corporal, en comparación con los perros», dice la investigadora en comportamiento de gatos Kristyn Vitale.
Eso no es necesariamente culpa del gato.
Un rasgo fundamental pudo haberle dado ventaja a los perros en cuanto a nuestra relación de afecto.
Un estudio de la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido, descubrió que los perros aprendieron a imitar la expresión de los bebés, que despierta en los humanos el deseo de protegerlos.
El cambio se tradujo en el desarrollo de un músculo que les permite elevar la parte interna de la ceja (algo que no podían hacer sus ancestros, los lobos).
Este es un truco evolutivo que ha permitido que se refuerce el vínculo entre la gente y los perros.
¿Cuál es la mala noticia para los gatos? No tienen ese músculo. Como resultado, la mirada de un gato puede parecer fría y poco amistosa.
Pero un parpadeo lento -uno que probablemente tu gato haga desde el otro lado de la habitación- es algo totalmente diferente: es su forma de expresar amor.
Incluso cuando gira la cabeza hacia un lado, eso no significa necesariamente un gesto de desdén, sino una señal de relajación.
Vitale menciona un estudio que llevó a cabo en la Universidad estatal de Oregón, Estados Unidos, en el que un dueño dejó en una habitación a perros y gatos, para regresar repentinamente un poco más tarde.
«Una cosa interesante es que la mayoría de los gatos que estaban seguros con sus dueños, cuando estos regresaron, los saludaron y luego volvieron a explorar la habitación y volvían con ellos de tanto en tanto».
«Los perros hicieron algo similar», dice Vitale.
«Si el perro corrió por la habitación, se entretuvo con juguetes y ocasionalmente volvió con el dueño, no nos preocupamos mucho».
Los investigadores llaman a esto «apego seguro» (el estado de calma con el regreso del dueño), lo que indicaría un vínculo emocional fuerte.
«La expectativa de los humanos tiene un impacto en el comportamiento del animal», señala Vitale.
Al tratar de forzar a los gatos a comportarse más como perros -buscando que nos muestren su afecto- estamos tratando de alejarlos de su comportamiento natural.
Gestos amigables
Hiestand dice que nuestra incapacidad histórica para entender el temperamento de los gatos como diferente al de los perros es parte del problema.
Incluso expertos con años de entrenamiento no son inmunes a esto.
«Fui a una conferencia a 2007 y me sentí como una idiota», dice.
«Toda esta información básica sobre los gatos yo no la conocía, como el que les gusta tener la comida y el agua en lugares diferentes. Estas investigaciones son bastante nuevas, pero una vez que tienes la humildad de reconocer que lo que pensabas sobre ellos está mal, aprendes cosas nuevas que son interesantes».
Mira por ejemplo la forma en que los gatos se refriegan contra sus dueños. Se pensaba que esto era para marcar territorio, como hacen los gatos salvajes con los árboles u otras cosas que están en su territorio.
Pero cuando lo hacen con gente, es generalmente una señal de su afiliación. Están transfiriendo su olor a otra piel, y al mismo tiempo transfiriendo el olor de tu piel a la suya.
Esto es lo que hacen los gatos salvajes con otros gatos con los que se alían. Es una manera de crear un «olor común» que les permite distinguir amigos de enemigos.
En última instancia, dice Hiestand, una cosa es clave: los gatos relajados son más propensos a hacer amigos.
«Quieren que su agua, su comida, su lugar para dormir y su lugar para defecar estén bien, y cuando lo están, están listos para explorar los vínculos sociales».
Así que la próxima vez que que vuelvas a la casa y veas a tu gato mirándote tranquilamente desde el sofá, o bostezando a medida que se acerca por el pasillo, no te desanimes.
A su modo, te está decidiendo que está contento de verte.
Fuente: www.bbc.com